— 12′ Southamerica – 07 Argentina South

Epílogo Austral

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Finalmente llegué a Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, a 3000 Kms del polo sur. Llegar acá me tomó 2 meses, más de 13.000 Kms, 4 paises y casi mil litros de gasolina, vi dos océanos, recorrí caminos entre 0 y casi 4.500 metros sobre el nivel del mar. Tuve días infernalmente calurosos sobre 40° así como otros intensamente fríos por debajo de 5°. Crucé por desiertos, bosques lluviosos, salares, cordilleras y algunas veces incluso pequeños ríos que se formaron sobre la carretera. Fui testigo de la belleza, de la pobreza, de la riqueza, de la tristeza, de la alegría, del color y de la pasión de una buena parte de América del sur. Durante todo este tiempo sentado en la moto, uno tiene mucho tiempo para pensar y meditar, de hecho considero que andar en motocicleta es una auténtica experiencia espiritual. Y los siguientes son algunos pensamientos del viaje que quiero compartir:

1. El mundo está lleno de gente genuina y buena, a donde quiera que uno mire y a donde quiera que uno vaya, incluso en los lugares más precarios y humildes uno siempre encuentra una mano amiga dispuesto a ayudarnos cuando lo necesitamos. Siempre.

2. Nosotros somos increíblemente afortunados. No solo por tener una familia a quien amar, por tener un buen trabajo o por tener buenos amigos. Nosotros somos afortunados por tener nuestras necesidades básicas cubiertas como agua potable, agua caliente, electricidad, abrigo y un techo. Hay mucha inequidad en el mundo, demasiada.

3. Y sin embargo incluso en estos vastos círculos de pobreza material que existen en nuestros países, hay felicidad esparcida por doquier. Es absolutamente sorprendente encontrar tanta felicidad entre tanta adversidad. Después de un tiempo uno entiende que la razón por la cual se encuentran tantos brotes felicidad conviviendo entre tantas necesidades y carencias, es que ésta proviene del espíritu de las personas y no está amurallada por las cosas materiales que les rodean. Y el espíritu humano es más fuerte que cualquier adversidad, más fuerte que la pobreza, más fuerte que la miseria, más fuerte que la injusticia y más fuerte que la indiferencia. Si, aún hay esperanza.

4. Hacer un viaje en moto es como cumplir un sueño de la infancia. Es un desafío que requiere esfuerzo y dedicación. Puede ser difícil algunas veces, digo verdaderamente difícil, como por ejemplo estar en la mitad de la nada, enterrado en el barro, bajo una larga e inclemente lluvia, sintiendo excesivo calor o frio, totalmente empapado y exhausto, y luchando con una bestia de 250 kg que no se quiere mover. Son momentos que le hacen preguntarse a uno qué está haciendo ahí. Pero cuando uno ve todos esos lugares, cuando uno conoce todas esas personas, cuando uno recorre todos esos caminos y ve los que ha dejado atrás, es simplemente la mejor experiencia del mundo. Así que mi pensamiento es acerca de cómo logar los sueños si es posible, sin importar que tan distantes o difíciles ellos parezcan. Ser afortunado en la vida, como hablé antes, trae una responsabilidad adicional, nos hace responsables de cumplir nuestro sueños. Debemos comprometernos con ellos. Qué se necesita para alcanzarlos? La verdad solo se requieren dos habilidades: Voluntad y determinación. Todos conocemos la primera pero comunmente sucumbimos ante la segunda. Pero cuando las encontramos, todo lo demás es secundario.

Los sueños de todos son muy diferentes, pero si quien lee estas líneas es como yo, y uno de sus sueños involucra dos ruedas y una carretera interminable, entonces le pido que me preste mucha atención, este es mi mensaje para usted: Si yo puedo hacerlo, usted también puede.

Por favor recuerde estas palabras:
Nunca muy viejo
Nunca muy enfermo
Nunca muy pobre
Nunca muy malo
Nunca muy tarde.

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La isla grande de Tierra del Fuego y la ciudad del fin del mundo

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Es marzo 6 y salimos de Punta Arenas rumbo a uno de los 2 cruces en ferry que nos llevan del fin del continente a la Isla de tierra del fuego. El cruce más cercano (y que es la ruta más corta) queda justo a la salida de Punta Arenas y cruza a un lugar llamado Porvenir, sin embargo tuvimos que ir al otro cruce, a más de 150 kms en la vía a Rio Gallegos, que cruza por la parte más angosta del estrecho de Magallanes debido a que el Ferry que cruza a Porvenir solo zarpa una vez al día lo habían reprogramado a la tarde, no nos daba el tiempo suficiente para llegar con luz de día a Rio Grande (Argentina).

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Aun era de mañana y habíamos llegado un trayecto largo y recto de la ruta 255 hacia el este, eso no es bueno porque el sol sale tarde y le da directamente a uno en la cara reduciendo mucha la visibilidad. Desde hace días se veían muchos ñandús (enorme ave similar a un avestruz pero de origen suramericano) pero esa mañana quiso la suerte que se juntaran todos los elementos para no verlas. La carretera era recta, y la luz del sol venía de frente a mis ojos, a mi derecha tenía una cerca con estacas equidistantes y toda la superficie a los lados de la carretera estaba poblada con pequeños arbustos, más adelante había un grupo de ñandús cruzando la carretera, pero sus largas patas se confundían con las estacas y sus cuerpos de plumas negras eran del mismo tamaño de los arbustos. De repente, a unos 100 metros, vi que un grupo de arbustos se movían en diferentes direcciones, fue en ese instante que los pude ver, la mayoría salió corriendo, alejándose de la carretera y saltando la cerca, pero 3 de ellas, posiblemente más jóvenes e inexpertas se quedaron quietas con intenciones de cruzar frente a mí, iba muy rápido para poder detenerme, solo pude bajar un poco la velocidad y en ese momento dos de ellas decidieron cruzar justo frente a la moto, no había nada que pudiera hacer, si me abría a la izquierda podría estrellar de frente a la primera que cruzaba, lo mismo a la derecha, así que mantuve firme el manubrio y decidí seguir de frente, era la mejor opción para evitar una caída, la primera ave corrió y alcanzó a pasar hacia la izquierda, pero la segunda dudó y frenó justo cuando estaba a pocos metros, alcancé a corregir la moto solo un poco hacia la izquierda y evité estrellarla con el frente de la moto, pasó rozando y sentí una parte su cuerpo rozar con mi pie derecho, la moto como tal la estaba esquivando pero no mis anchas maletas de aluminio, al momento que sentí que pasaba escuché un golpe en seco. Fue solo un sonido porque no sentí que la moto se moviera, la inercia debido a la velocidad y al gran peso era muy grande, bajé la velocidad pero no frené inmediatamente, frené un poco más adelante. Mi amigo Amzah cruzaba por el mismo lugar a mucho menos velocidad pues había visto el golpe desde atrás. Me detuve y desde unos 200 metros vi el cuerpo del ave tendido en el piso, fue un momento terriblemente triste para mí. No había sido mi intención matarla pero igual me sentía miserable, si hubiera venido más lento, si hubiera cruzado tan solo unos segundos antes o después, o si me hubiera concentrado más en el horizonte, tal vez eso no hubiera pasado. También pudo ser peor, si hubiera estrellado una de frente posiblemente hubiera terminado en el piso, incluso afuera del camino. Un par de ñandús estaban cerca de la que yacía caída, la miraban confundidas. Al menos pude ver que no se movía, no había rastros de sangre o plumas en la moto así que había sido un golpe limpio y seco, al menos supe que había muerto rápido y sin mayor dolor. Ya me había pasado con un par de pajaritos que se cruzaron y se estrellaron contra la moto, pero un ñandú era algo totalmente diferente, haberle quitado la vida a un ave de ese tamaño, que seguramente había pasado tantos peligros para crecer y sobrevivir en un lugar tan inhóspito, el algo verdaderamente triste. Mi amigo Amzah intentó animarme y seguimos avanzando rumbo al ferry viendo el estrecho de Magallanes a nuestra derecha. Por supuesto, no hay fotos del incidente, no hubiera sido capaz.

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A diferencia del cruce de Provenir por donde solo cruza un ferry una vez al dia, por este segundo cruce llamado Punta Delgada, va y viene un ferry continuamente y el paso solo dura unos 15 minutos, existe una amplia plataforma donde el ferry baja la rampa al a vez que termina de dar la vuelta para regresar, pero para nuestra sorpresa, el ferry no se detiene completamente, cuando uno afronta la rampa para subir, la nave se sigue moviendo hacia la izquierda. El ferry tiene costo pero en ese primer viaje no encontramos quien vendía los boletos y nadie nos cobró, así que salió gratis.

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15 minutos después nos encontrábamos en la Isla Grande de Tierra del Fuego. El nombre se debe a que cuando Hernando de Magallanes descubrió y recorrió los más de 400 kms del estrecho que hoy lleva su nombre y que comunica el atlántico con el pacífico, durante todo el trayecto ni él ni nadie de la tripulación vio a ningún nativo, pero en cambio vieron una gran cantidad de fogatas, seguramente encendidas por los nativos Selk’nam dando aviso de las extrañas embarcaciones. Estas fogatas fantasmales hicieron que la Isla Grande y las demás islas al sur del estrecho fueron llamadas “Tierra del Fuego”

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Cuando atravesábamos el canal de Magallanes veníamos escapando de una columna de nubes que viajaba también rumbo al sur, pero al llegar a la isla estaba soleada y el paisaje era simplemente estimulante, no había mucho para ver en esas amplias planicies pero la vegetación era un poco diferente a lo que habíamos visto en el resto de la Patagonia, veíamos pastizales dorados bajo un cielo azul intenso y el último trayecto hacia la meta nos esperaba.

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El único pueblo del lado Chileno de la isla se llamaba Cerro Sombrero, a uno 40 kms del desembarco del ferry. Llegamos como a las 12 pero la estación de gasolina estaba cerrada hasta la 1 por hora de almuerzo, y necesitábamos ese combustible. Almorzamos en el único hotel-restaurante del pueblo, un lugar bastante bueno, debería llamarse el “último chance” porque no hay nada hasta la frontera con Argentina dentro de la isla. Después de llenar los tanques de las motos nos esperaba un último esfuerzo pues casi todo el lado chileno de la isla está aún sin pavimentar.

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Y acá comenzó la diversión, el pavimento estaba un poco mejor de lo que esperábamos, pero algunos sectores tenían mucho ripio suelto, es especial cerca del cruce de Porvenir, puesto que están comenzado a pavimentar la carretera y usan la gravilla en la construcción. Era difícil cambiar de huella porque las piedras se acumulan mucho entre las huellas que dejan los vehículos. Después de llegar al cruce de Porvenir la vía gira hacia el este, y son unos 40 kilómetros hasta la frontera con Argentina, el camino era sinuoso pero de tierra firme y no mucha piedra, fue simplemente fabuloso.

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La frontera fue fácil. Aun faltaban unos 90 Kms hasta Rio Grande e íbamos a llegar con luz de día. El viento era fuerte al bordear la costa, y el viento de la tarde es generalmente más fuerte. Llegamos al centro de Rio Gallegos, una ciudad de buen tamaño, con muchos habitantes, comercio e industria. Es petróleo está en auge y no fue fácil encontrar hotel, pero por suerte encontramos un hostal de un señor muy amable, pudimos dejar las motos al frente y comer ahí mismo. Fue un día largo pero llegamos bien. Solo nos faltaba un día para llegar a Ushuaia y el clima había sido benévolo con nosotros.

Al otro día salimos un poco tarde, casi a las 10 AM, a hacer fila en la estación YPF, como por variar ya que la gasolina es mucho más barata allí que en otras gasolineras. Solo hay un poco más de 200 KMs entre Rio Grande y Ushuaia. Justo saliendo de Rio Grande, aún dentro de la ciudad, pasó una ráfaga de viento muy fuerte, era difícil mantener el carril, y fue una sorpresa que esto pasara dentro de la ciudad teniendo el abrigo de las construcciones.

Muchos no lo saben pero la cordillera de los Andes no termina en el continente sino en la isla de tierra del fuego, así que desde Rio Grande debía cruzar la cordillera una vez más. Conforme subíamos las laderas de las montañas, comenzó a llover y el frio se comenzó a sentir. Pasamos por un pueblo llamado Tolhuin, que curiosamente es famoso por una panaderia, en realidad es una panaderia con un pueblo alrededor. Paramos para tomar un café y obtener algunas calorías. El pan es sublime. El punto más alto es el paso Garibaldi que solo tiene 450 metros. Los paisajes desde este lugar hasta llegar a Ushuaia son fantásticos.

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Ushuaia está rodeada de montañas, las cuales funcionan como una barrera climática que la protegen un poco de las bajas temperaturas australes. Quienes se imaginan que la ciudad más austral del mundo es un pequeño poblado se equivocan, es una de las ciudades más industrializadas de Argentina, ya que además de zona franca desde hace años fue declarada zona libre de impuestos para las fábricas que decidieran establecerse, así que las grandes empresas del país están radicadas ahí, hay una gran población flotante de trabajadores, ya que en este lugar los salarios pueden ser el triple que en resto del país. Además Ushuaia es un puerto marítimo muy importante.

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Encontramos lugar en un hostel llamado Los Lupinos. Con el auge del trabajo, más del 60% de los huéspedes eran trabajadores y marinos. Tuvimos buena suerte ya que junto al hostel quedaba un restaurante que había cerrado, y ofrecía un espacio para dejar las motos.
La ciudad tiene su atractivo, aunque como todos los puertos la atmosfera es movida y puede llegar a ser pesada. Por lo menos aburrida no fue. Al siguiente día tomamos un tour que nos llevaría por el canal del Beagle, pasando por islotes habitados por pingüinos y leones marinos, frente a Puerto Williams, el cual sería el poblado más austral del mundo, con unos 2600 habitantes asentados alrededor de una base militar Chilena. Pero para no quitarle status a Ushuaia, los Argentinos han aclarado que Puerto Williams no alcanza el status de ciudad, por lo cual Ushuaia, con sus más de 70.000 habitantes sería la ciudad más austral del mundo.

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El catamarán nos llevó por el canal de Beagle con destino a Harberton, una estancia fundada por los más antiguos colonos de esta zona, una familia Anglicana de origen británico que recibió del estado Argentino unas vastas tierras a cambio de establecer una misión. Durante muchos años Harbertón fue una estancia que producía toneladas de lana de ovejas. Hoy en día el negocio de las ovejas fue mudado a una isla donde no hay depredadores, y Harberton vive ahora del turismo, además descendientes de Tomas Bridges fundaron junto a la estancia el Museo Acatushún de Aves y Mamíferos Marinos Australes, que ha recolectado cientos de especímenes marinos y desarrolla investigaciones en torno a la preservación. Fue impresionante ver los esqueletos de las ballenas y marsopas.

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De regreso a ushuaia por tierra, atravezamos valles con miles de arboles arrasados por castores, y pudimos ver bosques de Lengas, una especia de roble que es el arbol insigna de tierra del fuego, y su peculiar forma está dada por la fuerza del viento. Tambien visitamos el valle de los lobos, un cridero de perros que halan trineos de nieve en el invierno.

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De nuevo estoy en Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, aun me quedan más de 3000 kilometros para regresar a Buenos Aires donde mi viaje terminará, pero aún no es así, aun me falta atravezar los fiordos de la patagonia en barco, cruzar parte de la patagonia Chilena y volver a la mitica ruta 40 hasta las tierras de Mendoza. Pero por ahora estoy acá, y si, se siente como estar en el fin del mundo.

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La Patagonia Infinita – II

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Antes de venir había leído un par de libros y visto un par de películas con historias ambientadas en la Patagonia, pero hubo un libro que explotó mi curiosidad, “Memorias de la Patagonia” de Germán Sopeña. Germán fue un importante escritor y periodista argentino, quien además del periodismo tenía otras dos grandes pasiones: Los trenes y La Patagonia. Fue un moderno e incansable explorador de la Patagonia Argentina, exploró por 20 años estas tierras vastas y semidesérticas recorriendo unos 100.000 KMs en al menos 20 viajes. Tristemente falleció en 2001 en un accidente aéreo, cuando viajaba a Punta Banderas, al norte del Lago Argentino, iba a izar la bandera en el mismo lugar donde Perito Moreno lo hizo en 1873. Este libro es una recopilación de crónicas periodísticas publicadas entre 1994 y 2000 en el diario la Nación y la revista del Automóvil Club Argentino. Los relatos de Germán alimentaron mi imaginación sobre esta tierra mítica, aprendí mucho de ellos, no solo de los lugares sino también de los personajes, nunca me hubiera imaginado que el rio la Leona debiera ese nombre a que este lugar Perito Moreno fue atacado por un puma hembra, y salvó su vida porque llevaba puesto un poncho. Como este fueron muchos los relatos y anécdotas que me acompañaron que esta parte del viaje atravesando esta vasta inmensidad.

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Las lluvias dieron una tregua al llegar a Gobernador Gregores, lo cual fue bueno porque el último tramo largo de Ripio hasta el Chaltén fue completamente seco. El Cerro de la ventana ofreció uno de los mejores paisajes de la Patagonia aunque la ruta que pasa por él es 70 kms más larga que por la ruta 40. El ripio fue de unos 120 kms pero estaba bastante bueno y como el día era soleado el paisaje era excelente.

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Al terminar el ripio fue el momento de poner la gasolina adicional que llevábamos, en un pueblo que no aparece en los mapas.

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Llegamos al Chaltén al final de la tarde y la vista del monte Fitz Roy fue verdaderamente impresionante, y el Chaltén fue un lugar que definitivamente valió la pena visitar, es la capital argentina del Trekking, me hubiera gustado quedarme más tiempo, hubiera podido conocer la famosa laguna del desierto. Pero no pudimos hacer nada de eso porque no había gasolina al llegar al Chaltén, más aun, el tipo de la estación de gasolina nos dijo que la gasolina podría tardar un par de días, o un par de semanas o incluso un par de meses como había pasado tiempo atrás, así que tuvimos que ponernos en la tarea detectivesca de buscar gasolina en el mercado negro dominado por un simpático especulador que ejercía como bombero y en sus ratos libres revendía gasolina que comparaba en el Calafate a la módica suma del triple del valor de YPF. Lo peor es que para encontrar a este tipo tuvimos que indagar a muchas personas, que nos mandaban de un lado para el otro, gastando más gasolina, hasta que un simpático señor que es famoso en el pueblo puesto que mide unos 2 metros, nos ayudó a encontrar al bendito bombero en la misma estación donde antes nos habían dicho que nadie revendía gasolina. Fue algo realmente estúpido, solo necesitábamos unos 10 litros para los casi 100 kms que nos separaban de el Calafate, pero llenamos el tanque pues no sabíamos si habría combustible allí, fue la tanqueada más cara del viaje.

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El Calafate resultó ser una ciudad linda y acogedora, y es el punto de llegada para visitar el glaciar Perito Moreno, un lugar absolutamente increíble, las fotos hablan por ellas solas. Estuvimos un par de días antes de la inminente ruptura de un trozo del glaciar que con el movimiento forma una caverna por un flujo de agua debajo de una extremidad, caían trozos todo el tiempo pero no pudimos ver el colapso que tantas personas estaban esperando.

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Del Calafate salimos rumbo a Puerto Natales, en Chile. Natales es un bonito puerto chileno, las casas son pintorescas, hay muchos turistas pero al no ser una ciudad muy grande tiene un aire acogedor e intimista. Lindo lugar. El principal atractivo es el parque nacional torres del Paine, el cual es el parque nacional más importante de Chile. Todo el mundo habla de ellas y todo el mundo va a visitarlas.

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Lo que voy a decir podría negarme el ingreso a Chile de por vida, pero la verdad es que las torres fueron un poco decepcionantes. No desconozco su gran atractivo, simplemente creo que están sobrevaloradas. Pero para hacer un poco de justicia hay una importante razón. A finales de 2011 hubo un voraz incendio que consumió más de 13.000 hectáreas, incluyendo los preciosos bosques que rodeaban a las torres y que constituían unos de los paisajes más espectaculares de este hemisferio. Al parecer un israelí imbécil llamado Rotem Singer causó el incendio quemando un rollo de papel higiénico. No soy antisemita, pero a este israelí en particular deberían patearle el culo de por vida. El daño fue tan descomunal que honestamente uno no sabe si valga la pena visitar las torres, o por lo menos viajar desde lejos a verlas.

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Puerto Natales es acogedor y tranquilo, otro buen lugar para quedarse algunos días. Pero al día siguiente de visitar las torres salimos rumbo al sur, a la última ciudad continental en Chile, Punta Arenas.

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Entre Puerto Natales y Punta Arenas hay que cruzar unas levemente elevada cadena de colinas, que de ida y de vuelta fueron los lugares más fríos del todo mi viaje, más fríos que los Andes Peruanos sobre 4.000 mts con lluvia, fue un tramo jodidamente frio. Después se pasa por Villa Tehuelche, un puñado de casa con una cafetería famosa, “El Patagon”. Una pintoresca casa donde tomarse un café y comer algo ligero para calentar el cuerpo. Quienes me conocen saben que no soy un fan de la comida Chilena (más bien soy un contradictor) así que cuando digo algo positivo de ella, son palabras mayores. En esta cafetería tomamos una crema de Zapallo estupenda y un sándwich de jamón y queso bien hecho. Fue algo inesperado y reconfortante.

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Punta Arenas es famosa entre otras cosas por tener la cervecería más austral del Mundo, la cual produce mi cerveza chilena favorita, la “Austral”, y me esperaba poder hacer un tour por la fábrica, pero como Chile no deja de sorprenderme, no hacen toures. Conseguir alojamiento fue complicado, recorrimos el particularmente poco-bonito centro de Punta Arenas, de puerta en puerta en hosterías de mala muerte y peor pinta, buscando un lugar para quedarnos donde pudiéramos dejar las motos. Me tuve que alejar del centro y encontré un lugar acogedor, la casa de doña Sonia Kuscevic, una simpática y extremadamente amable señora (no parece Chilena, habla un muy buen español) que habilitó su casa como hostal en 1979 y en mi opinión prepara el mejor desayuno de hotel alguno en Chile. Hace frio en Punta Arenas y el clima nos mostraba que el último tramo de 2 días a Ushuaia iba a requerir buena cara y algo de energía.

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La Patagonia Infinita – I

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Pareciera que no se fuera a acabar nunca. Atrás había quedado la Patagonia escénica de los lagos y las montañas forradas de pinos. Ante mí se extendía una pampa, una llanura semidesértica que parecía infinita. Seguí con mi plan de seguir por la ruta interior paralela a la cordillera y no por la costa, el pavimento comenzó a escasear por la ruta 40 y sus conexas. Junto con los caminos de tierra y ripio llegaron también las lluvias, los días que ya venían grises se hicieron más fríos y húmedos.

Me acercaba a los días más difíciles del viaje, cruzar las interminables extensiones del sur de la Patagonia, con cientos de kilómetros por rutas de ripio, rutas que se hacían más difíciles por las inclemencias del clima y por la incertidumbre que generaba el desabastecimiento de combustible, entre más me acercaba al sur más difícil se hacía llenar el tanque.

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No se veía el mejor trayecto para recorrerlo solo y justamente solo me encontraba. Pero quiso la suerte que no fuera por mucho tiempo. El mismo día que llegué a Rio Mayo, el pueblo donde terminaba el pavimento y la ruta 40 se volvía mucho más interesante, me encontré con una moto de matrícula Colombiana estacionada en la gasolinera. Su dueño se encontraba tomando un café y estudiando los mapas de su ruta. Era un hombre de unos 50 años o más, de baja estatura, delgado, de sonrisa amplia y honesta, sus pocos cabellos eran plateados, su fisionomía definitivamente no era latina y no hablaba casi nada de español. Su nombre era Amzah y se convertiría no solo en mi compañero del viaje por varios días sino también en un gran amigo. Era inevitable preguntarse, ¿qué hacía un Malayo, en una moto Colombiana, en un pueblo en la mitad de la Nada en la Patagonia Argentina? Pues supongo que simplemente lo mismo que hacía yo, tratando de hacer lo más con el tiempo que tenemos. Fue una suerte mutua encontrarnos, yo tendría una mano amiga por si mi –endemoniadamente- pesada moto se enterraba en el barro -como pasaría al día siguiente, él tendría alguien que hablara español para facilitar su viaje y ambos tendríamos compañía en los largos días que nos esperaban.

Al siguiente día salimos de Rio Mayo (provincia de Chubut) con destino a Perito Moreno, pero no el glaciar que está mucho más al sur, sino el pueblo. Era un trayecto corto de uno 100 o 150 kilómetros, pero no sabíamos si en el siguiente ‘pueblo’ (aparecía en el mapa pero no era un pueblo sino un par de casas con una estación de gasolina) que se encontraba a otra distancia igual, habría alojamiento.

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Había llovido durante la noche y el ripio se mezclaba con el barro y con las obras civiles, no faltará mucho, a lo sumo un par de años para que la ruta 40 se encuentre toda pavimentada. Llegamos sin mayor percance a Perito Moreno y aunque era muy temprano decidimos quedarnos ahí pues no sabíamos si había alojamiento en Bajo Caracoles, y el clima se veía mal hacia el sur.

Encontramos hotel fácilmente. Algo curioso del hotel ‘Santa Cruz’ era el espléndido salón del modesto lugar, era Salón, comedor y bar, un lugar congelado en el tiempo, que en la tristeza de su ocaso reflejaba aun algo del esplendor de otros tiempos. El salón es considerado patrimonio y es un lugar en el que vale la pena tomarse un trago para ver como solían ser los bares de los pueblos remotos de la Patagonia. Por alguna extraña razón no encontré fotos.

Tuvimos tiempo ese día para desviarnos hacia la frontera con Chile y Conocer un lindo lugar llamado ‘Los Antiguos’, pueblo que se encuentra justo en el lago ‘Buenos Aires. Hay una vista muy bonita del valle y el lugar es más lindo y más turístico que perito Moreno.

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Al siguiente día salimos temprano. La carretera no estaba tan mal porque tenía mucho ripio, es curioso como esa piedra suelta (o gravilla) que uno maldice cuando rueda por caminos que están secos (pues lo hace a uno derrapar) se vuelve una bendición cuando llueve, uno ruega por encontrar piedras entre el barro para encontrar algo de agarre. Yo rogaba por ver piedras entre tanto barro. Como la carretera la estaban pavimentando habían trayectos con algunas capas de pavimento e ilegalmente nos metíamos para evadir el barro hasta que una camioneta de la empresa contratista amablemente nos sacó de ahí para regresarnos a la ruta paralela, en algunos casos era difícil encontrar los desvíos porque se cruzaban otros camino que iban a estancias, en algún momento tomé por error una ruta elevada con muchas piedras grandes y sueltas en lugar de tomar el desvío oficial, tenía un barranco de 5 metros a la derecha y casi no puedo regresar cuando ese camino, usado por alguna retro-excavadora, se volvió intransitable.

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Queríamos visitar la famosa cueva de las manos, que se encontraba a unos 10 kilómetros desviándose de la ruta 40, pero nos encontramos con un grupo de Saudíes en sus BMW alquiladas que nos hicieron desistir de la idea, la cantidad de barro en sus motos (sin ningún equipaje pues todo lo llevaba en una camioneta 4×4) evidenciaba lo malo del camino.

Después unos de 130 kilómetros llegamos a Bajo Caracoles, que era literalmente una casa en la mitad de la nada –donde funciona un hostal cuya existencia desconocíamos y un mini-mercado donde comprar comida y tomarse un café-, había un dispensado de gasolina al frente y otra construcción más abajo. Debe ser el asentamiento humano más pequeño que jamás he visto. Como se esperaba no había gasolina, no se veía nada alrededor por la neblina y el viento soplaba fuerte. Ahí ya se sentía la lejanía y la soledad de estar en ninguna parte.

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Seguimos. Lo peor del camino no era la ruta en si sino los desvíos que habilitaban para no utilizar el pavimento en construcción, hasta que llegó lo peor, vimos un desvío que evadía unos 400 metros de una curva, y bajaba y subía en forma de hondonada y estaba cubierto por barro, veníamos muy rápido para haber tomado el pavimento aunque fuera solo por esos 400 metros, el problema fue que se les olvidó rociar piedra a ese tramo y era un completo barrizal, bajé la velocidad al mínimo para no caerme, Amzah me pasó un poco más rápido y a los 100 metros estaba en el suelo. En ese momento decidí detenerme para ayudarlo, lo cual fue un error, porque nos tomaría 2 horas sacar mi moto de ahí. Llegué exhausto tras caminar los 100 metros por ese barrizal –tan solo caminar era difícil –, Amzah estaba muy emocionado por tomarse su primer foto con la moto en el piso, su actitud en ese momento describiría su carácter, estaba muerto de la risa, como un niño que había cometido una travesura con su bicicleta nueva. Levantamos su moto, y como era mucho más liviana que la mía, pudo sortear la salida de la hondonada de regreso al pavimento sin problema. Para sacar la mía tuvimos que descargar todo el equipaje, el empujando y yo conduciendo a menos 1 kph, por alrededor de una hora. Casi quemo todo el embrague por el esfuerzo de los discos del clutch patinando en primera, y la llanta delantera se bloqueaba por el barro. Cuando ya nos libramos de lo peor del barro y el terreno estaba mejor, aceleré para sacar la moto al pavimento siguiendo las huellas que dejaban las camionetas –las cuales patinaban como si el piso fuera de jabón- , pero cuando estaba cerca tomé una huella equivocada y la llanta delantera simplemente ‘se fue’ de lado y terminé en el piso.

Luego de sacar ambas motos nos tomó otra hora quitarles a las motos cuanto barro pudimos con ramitas, palitos y lubricante de cadena. Acabamos de recorrer los 400 metros más difíciles de todo el viaje, estábamos cansados pero también satisfechos, habíamos sorteado algo difícil y estábamos listos para continuar.

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Unos kilómetros más adelante encontramos algo de inspiración, una bella rubia de unos 30 años viajando sola en su BMW en sentido opuesto al nuestro. Su nombre era Ania Jackowska, era polaca y estaba, algo así, como dándole la vuelta al mundo en su moto, y sola. Un verdadero ejemplo de pasión y determinación. Y qué bueno encontrarla, le dijimos que olvidara el barro y tomara cuanto pavimento en obra quisiera, pues ningún contratista Argentino le diría que no a una linda rubia Europea como ella.

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Esa noche dormimos en Gobernador Gregores, tratando de descansar lo más posible, al día siguiente nos esperaba un largo trayecto de ripio, unos 150 kilómetros. Ese nuevo día nos recibiría con un regalo singular, una vista imponente y maravillosa del famoso ‘Cerro ventana’.

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La Patagonia Indómita

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La Patagonia se presentó ante mí de una forma caprichosa, esquiva, como si tuviera voluntad propia y jugara conmigo a impedir que la descubriera completamente. El clima, voluntarioso e imprevisible, cambiaba constantemente. Las frases que comentaban que los días estuvieron soleados hasta poco antes antes de mi llegada se hicieron comunes en todas partes. Sería injusto aludir mal clima, como al parecer si lo tuvieron tantos motociclistas que fueron y vinieron antes y después de mí, simplemente la Patagonia me mostraba sus múltiples caras, indomable y temporalmente a veces, dócil y acogedora en otras.

Cuando uno se imagina esa Patagonia deslumbrante llena de lagos y montañas cubiertas por pinos, en realidad está pensando en una pequeña parte de ella, la región de los lagos que se extiende paralela a la cordillera de los andes desde la provincia de Neuquén y que comienza a desaparecer cuando se deja atrás el Bolsón y Esquel, para luego resucitar una vez más mucho más al sur en los impresionantes paisajes de la provincia de Santa Cruz. Esta es la Patagonia turística, la de las postales de lugares como Bariloche y San Martin de los Andes. El resto de la Patagonia son vastas planicies y pampas semi-desérticas donde mayormente no hay nada, por lo menos nada para vender a los turistas.

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Había dejado atrás Neuquén buscando la ruta más corta hacia Junin de los Andes, que es tomar la ruta 237 hacia el sureste y después tomar la 40 hacia el noreste. Un par de cientos de kilómetros de pampas y montañas desérticas, solo un pueblo en la ruta Piedra del Águila donde todos recargan el máximo de la preciada gasolina que durante mi viaje escaseaba en toda la Argentina pero especialmente en el sur, región que curiosamente es la que más petróleo produce.

La falta de gasolina contrastaba con una abundancia en todo lo relacionado al turismo, incluso cada pequeño pueblo en la Patagonia tenía una muy buena oficina de información turística con mapas gratuitos y bastante información de la zona. Alojamiento por doquier, desde lugares para acampar hasta las comodidades más mundanas. A esto se le sumaba una crisis del turismo causada en una parte por las cenizas del volcán Puyehue que afectó gran parte del turismo de lugares fascinantes como Villa la Angostura (el lugar que mayor sufrió la caída de ceniza) y disminuyó el número de turistas en casi toda la Patagonia, y en otra parte por los medios de comunicación que exageraron el impacto de las cenizas. La sobreoferta de alojamiento había hecho bajar los precios de los hoteles, no había que preocuparse por encontrar lugar para alojarse ni por encontrar una mesa libre en un restaurante o una silla en un bar.

Junín de los Andes es la primera parada en la Patagonia, no tiene la belleza de San Martin de los Andes, pero tampoco tiene tanta gente, es más pequeño, más tranquilo y menos maquillado de chalets suizos y de menús en otros idiomas. Este es el lugar para sentarse con un mapa y planear la ruta con una taza de café.

San Martin de los Andes es el destino favorito de muchos argentinos, es muy lindo pues está enclavado entre montañas tupidas de bosques y lo baña un lago con una pequeño muelle y una playa. Pese a que vive del turismo no tiene una atmósfera presuntuosa ni agobiante. Es un lugar que verdaderamente vale la pena conocer.

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En San Martin comienza un recorrido famoso en la Patagonia, el cruce de los 7 lagos que termina en Villa la Angostura, hasta hace poco solía ser una carretera de ripio que ahora, lastimosamente está siendo pavimentada, algo que le quita un poco del encanto. Son 110 kms entre lagos y montañas, lamentablemente el esplendor de estos paisajes fue opacado por un cielo gris que al inicio parecían nubes, y lo eran, pero de ceniza. Aun así fue una ruta increíble que quisiera recorrer de nuevo.

Por lo que uno puede inferir del paisaje, es posible que antes de la erupción del volcán Puyehue, Villa la Angostura fuera el lugar más despampanante de la Patagonia, o por lo menos uno de los más. Ya no habían cenizas cubriendo autos como lo hace la nieve en una tormenta de invierno, pero aun cae ceniza ocasionalmente dándole un matiz gris al pueblo. Se sentían las cenizas en el aire. Recuerdo que mi almuerzo en Villa la Angostura fue particularmente bueno, creo que valdría la pena regresar así fuera solo para comer en el mismo lugar. De ahí serían un par horas hasta Bariloche por una ruta pavimentada bordeando un par de lagos.

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Bariloche me decepcionó terriblemente, tanto de ida como de vuelta. Es cierto que en ambas ocasiones el clima me jugó una mala pasada pues estaba tan nublado que no se veía casi el inmenso lago que estaba al frente. Intenté disfrutar de la ciudad pero tampoco encontré nada interesante, muchos restaurantes y muchos bares pero nada verdaderamente auténtico. Bariloche es el perfecto ejemplo de la sobre explotación turística que tanto intento evitar, cuando se puede. Lo único que me gustó de Bariloche fue en que en la pequeña plaza den centro cívico, ese lugar que sale en tantas fotos y donde todos los turistas se toman fotos con los San Bernardo, hay un monumento al General Roca. Pero lo que me gustó es el estado del monumento, irrespetado con grafitis y pintura, en un claro ejemplo de la nueva conciencia de los argentinos, especialmente los jóvenes, que no entienden ni aceptan porqué en pleno siglo XXI se aun se le rindes homenajes a personajes siniestros e infames como Roca, considerado por muchos años -por el establecimiento y por la educación retardataria- como un héroe, cuando en realidad no fue más que un genocida, un asesino sanguinario al servicio de los intereses de los más ricos de su tiempo que encendidos por la ambición y en contra de las leyes emprendieron una campaña de exterminio de todas las naciones indígenas de la Patagonia. Miles de indígenas asesinados en las 2 campañas de terror, miles objeto de los más terribles vejámenes y torturas. Y pese a que todos saben que pasó, el causante directo del exterminio, el genocida, tiene un monumento en Bariloche.

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Solo estuve una noche en Bariloche y partí rumbo al sur, para después de un día de camino llegar al que sería, de lejos, mi lugar favorito en toda la Patagonia, un lugar que se me marcó profundamente en el corazón y en los recuerdos como “mi lugar” en el sur, un lugar al que creo que siempre querré volver. Prueba de mi amor a primera vista fue el hecho que todos los días que estuve estuvieron nublados, y no solamente no le restó encanto sino que su belleza fue acentuada. Los días grises y lluviosos creaban una atmosfera única y acogedora. No sé si fue la onda hippie, las cervezas artesanales, el folklor, las montañas al frente, ese lindo valle pasando la colina o los caminos que forman ese precioso circuito a su alrededor, o si simplemente fue un amor irracional por un lugar que sentí como propio tan pronto como llegué. Como fuera, fue difícil dejar El Bolsón.

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